Esa es la declaración que efectúa en una entrevista el director de la película El Buen maestro, Oliver Ayache-Vidal, y que comparto plenamente.
Declara el director literalmente:
Para mí, la vida es una comedia. Ya tenemos suficientes problemas graves y afrontamos situaciones duras en nuestras existencias como para ponernos serios. Ojalá nos divirtiéramos todos en nuestros trabajos tanto como cuando estudiábamos en el instituto. Siempre he pensado que no por ser más serio eres más inteligente, ni más profundo.
Comparto el tono y aliento de la frase, aunque con algunas precisiones personales.
Por un lado, no llegaría a calificar la vida de comedia, sino mas bien de tragicomedia pues como recordaba el recientemente fallecido Stephen Hawking,
La vida sería trágica si no fuera graciosa.
La cuestión es que papel nos toca en esa obra de teatro que es la vida, ya que podemos improvisar y movernos pero siempre dentro de las dimensiones del escenario que nos ha tocado; al decir de los versos del poeta Gil de Biedma “vivir es el único argumento de la obra” hasta que se baja el telón.
Por otro lado, aunque ser serio no da autoridad ni ciencia, tampoco ser frívolo y risible es prueba de inteligencia.
Lo cierto es que no me gustaría que nadie me describiese como persona “seria” que en mi diccionario personal equivale a aburrida, ni persona “de carácter” porque significa “mal carácter”.
En cambio, me agrada muchísimo cuando alguien sencillamente me espeta que soy “divertido” porque como decía G.K. Chesterton:
Divertido no es lo contrario de serio. Divertido es lo contrario de aburrido.
Y eso que es difícil ser divertido con la que está cayendo. Con guerras en Siria, con delincuentes en la red, con políticos infames, con canallas que no respetan a nada ni nadie, con buena gente que no llega a fin de mes, con el cáncer haciendo de las suyas, con la edad que nos recuerda donde vamos… No es fácil ser divertido. Y de hecho cada vez es mas difícil sonreír o reírse.
- A veces, porque con tu dicha lastimas a quien no tiene motivos para ser feliz.
- A veces, porque hay personas que se enfadan si te ven feliz.
- Y otras veces, porque hay personas que no tienen sentido del humor, ni de la educación, pues ambos defectos suelen ir juntos.
Hace poco tuve ocasión de mantener una reunión de trabajo seria con personas serias para un tema tenso (y advierto que tenso no es lo mismo que importante, porque era una estupidez de fondo), de manera que al inicio de la reunión, para tender lazos, hice un par de comentarios esbozando una sonrisa para promover la cordialidad del estilo: “Buenos días, espero que sigan siendo buenos cuando hayamos terminado la reunión”… “Quizá sea bueno dejar los revólveres fuera”… Recibí miradas gélidas, porque ni entendieron mi comentario ni demostraron educación, que siempre lleva a sonreír como reflejo si no se entiende el chiste.
Como es respetable no ser gracioso, pero penoso no tener sentido del humor, me replegué en mi silla como un cangrejo ermitaño pero también me sentí feliz porque aunque ellos no se reían de mi broma yo pude reírme para mis adentros de sus opiniones. Nuevamente mi sentido del humor las hacía soportables.
Y ya que no me fío de nadie que no sonría pues soy feliz eligiendo la compañía de personas positivas y eludiendo las tóxicas. Ya soy muy mayor para cambiar de talante, así que amigos, si os cruzáis en mi camino, guardad el revólver y esbozar la sonrisa. Todos saldremos beneficiados. Y es que tal y como comenté en su día hay sonrisas que desarman.
Mi subgénero cinematográfico favorito es la comedia dramática. Básicamente porque, sin dejar de ser ficción, es el más cercano a la vida real y tiene su característico sabor agridulce. Así, mediante la mezcla equilibrada de comicidad y gravedad, de azúcar y amargura, logra aunar lo verosímil –cualidad más propia del drama- con lo divertido –condición característica del humor- a lo largo del metraje.
Algo parecido me sucede con los términos serio y gracioso, que ni son tan absolutos, ni necesariamente separables o antagónicos, salvo que queramos caer en el maniqueísmo. Y es que nuestro idioma es tan rico y complejo como la realidad que refleja. Al punto de punto de que con una sola moneda (término) podernos comprar distintos y hasta contradictorios significados (acepciones) de esa realidad. En este sentido, me gustan las personas formales, reflexivas, cumplidoras y dignas de confianza (acepción positiva del término serio). Y, sin embargo, me incomodan las personas pesadas, molestas y sin gracia (significación negativa del término gracioso). Decir de alguien que es responsable y de fiar (sea como persona, amigo, pareja, profesional, etc.) es uno de los mayores elogios que se le pueden hacer. Y no por ello se le supone triste o aburrido, falto de gracia o ingenio. Personas serias, alegres y divertidas, esas son las que quiero en mi vida.
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Exquisito y brillante siempre.
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