Hay personas que de niños confiaban en que sus padres resolviesen sus problemas; de adultos cuentan con que se los resuelva el Estado, y de ancianos en que sus hijos los atiendan. Un mundo feliz para una existencia vacía.
Se trata de personas que alimentan una visión cómoda y parasitaria de la existencia, que en unos casos es egoísta y en otras inmadura. Si todos pensásemos igual no habría comodidades, ni servicios públicos, ni dispondríamos de objeto u ocio porque nadie habría trabajado o se habría esforzarlo en crearlo o mantenerlo.
Por eso es muy importante que los jóvenes comprendan la cultura del esfuerzo. No de la esclavitud de trabajar a la japonesa, ni vida monacal de sacrificio, sino sencillamente intentar devolver a la sociedad algo de lo que recibimos y dejar un mundo mejor de lo que encontramos. Ese es el reto y no es fácil.
Lo triste es que hoy día existen los medios pero no la voluntad de utilizarlos. La información es la herramienta mas poderosa para mejorar como personas y ser productivas.
En la generación anterior las claves de la información disponible para la juventud de finales del siglo XX eran las tres “P”: Pausada, Poca y Persistente. Las tecnologías de la información eran tecnologías sin información: los libros se obtenían por goteo de las bibliotecas, las radios y televisiones eran fuentes escasas que limitaban el pluralismo informativo y la información se ofrecía como estable.
En cambio, la generación actual de jóvenes disfruta desde el siglo XXI de información con las tres “V”: Velocidad, Volumen y Variabilidad. Hoy día las tecnologías de la información ofrecen información a tiempo real, en cantidades indigeribles y cambiante.
Este nuevo escenario de información, de poder, de potencial para sobrevivir en la sociedad tropieza con un escollo imprevisible: la pereza o la inercia del joven, que se ve abrumado por tal información.
Por eso me ha encantado el libro “No me tocó la lotería, Y ahora ¿qué hago?” (Antonio Álvarez Rodríguez, El Sastre de los libros, 2015) que descolla en el mar de los sargazos de los libros de autoayuda porque ofrece un planteamiento claro, con ejemplos y consejos útiles para aprender a sobrevivir y superar los problemas.
Es un libro que parece inspirado en el viejo consejo Maoísta: “Si le das un pez, le quitas el hambre de un día; enséñale a pescar y le quitarás el hambre de por vida”.
Veamos las enseñanzas que destila esta brillante obra de poco más de un centenar de páginas de sabiduría.
1. La obra tiene un estilo suelto y cercano al lector, al cual increpa o sacude con tuteos, lo que facilita la lectura como si estuviésemos escuchando la voz amiga.
Algunas de las perlas que destila el libro son dignas de retener, mucha sabidas, pero que el autor sabe inculcarnos y demostrarnos su importancia, con una lógica aplastante y oportunísimas referencias a anécdotas y chistes.
2. El libro parte de borrar el espejismo legal de que “todos somos iguales”, como punto de partida que nos llama a movernos y luchar bien para compensar nuestras desigualdades a la baja o bien para potenciar nuestras potencialidades ventajosas al alza.
3. Luego se desmontan los ídolos que se utilizan como sucedáneos para solventar problemas y alcanzar la felicidad o el éxito. Se rechaza así la utilidad de:
- Los libros de autoayuda. Pues mejor es aprender de nuestra experiencia y de lo que nos ofrece la tradición de nuestros abuelos. También hay que aprovechar lo que nos ofrece el vecino y el prójimo. Ocasiones de aprender de forma directa, fácil y gratuita. Luego decidiremos con nuestra capacidad, gusto y tendencia, el uso que haremos de ese conocimiento.
- La lotería no es la solución. Tampoco la religión que atiende otras necesidades.
- La televisión no abre caminos. Tampoco una buena maestra pues su interés es comercial y sus destinatarios los consumidores. No formar ciudadanos.
- Las recetas, consejos y palabrería de libros y videos están muy bien, pero hace falta aplicarlos y utilizar tiempo, energías y dinero para ponerlos en práctica. No basta una buena semilla para una buena cosecha.
4. También nos sugiere la obra la utilidad de seguir la máxima socrática de “conocernos a nosotros mismos” y para ello nos advierte:
- Que el éxito no se mide por las posesiones materiales.
- Conseguir metas lejanas o ambiciosas, requiere medios y formación ambiciosa. Hay que saber lo que se busca, para encontrarlo.
- Las tormentas emocionales que nos llevan a tomar posición de forma vehemente, ácida y polémica no ayudan. Lo suyo es el cariño y el amor, como motores suaves que dan sentido a nuestra vida. El autor califica metafóricamente al amor como el vino diario que es saludable para el corazón y la tormenta emocional como la borrachera que trae resaca.
- Con hábito, esfuerzo y sacrificio, pocas metas se resisten. Sin ello, ninguna se alcanzará.
5. Por último resaltaré algunas bellas frases lapidarias del autor que invitan a la reflexión:
- “No serás el más inteligente, ni el más trabajador, pero ni eres tonto, ni estás incapacitado para perseguir tus metas”.
- “Si has decidido pelearte con el mundo, el mundo te ganará por goleada”.
- “Si haces siempre las mismas cosas, obtendrás los mismos resultados”.
- “Aprende a valorar el punto de vista de los demás, pues no estarás siempre en posesión de la verdad”.
- “No hay atajos para la creatividad o la limpieza del cerebro”.
En definitiva, como dice el autor, todos podemos jugar al ajedrez pero ninguno lo hará como Bobby Fischer, pero es que, añado yo, no es preciso ser mejor, ni único. Basta con rentabilizar nuestra mente, nuestros hábitos, nuestra visión del mundo, porque alzados sobre la experiencia y el aprendizaje podremos ampliar nuestro horizonte. Y quien amplía el horizonte alcanzará mejor los sueños.
En suma, una cristalización de consejos que da la experiencia, expuestos de forma convincente y que como los mandamientos se encierran en dos mandatos. Primero, sin esfuerzo no hay fruto. Segundo, aprende de los demás y enseña a los demás. Y por eso, nos enseña el autor que no debemos confiar en la lotería nuestro destino, porque debemos buscar las respuestas y las metas en nosotros mismos.
Enhorabuena por esta interesante reflexión y su consiguiente recomendación de lectura. Adjunto «link» a un reciente «post» del blog ESPACIO TRIBUTARIO donde, desde otra perspectiva, se abordaba también la necesidad de recuperar la cultura del esfuerzo: http://fiscal.blogsiga.net/index.php/quo-vadis-contribuyente-disquisiciones-a-bordo-del-ave/
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Excelente reflexión que comparto y que pone de manifiesto la situación actual en la que nos encontramos: el nuevo escenario que nos ofrece las tecnologías de la información y la pereza o la inercia del joven, que se ve abrumado por tal información.
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Tienes razón, pero el problema es que hay quien quiere ganar al ajedrez y solo sabe jugar a las damas.
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Querido amigo Chaves: saber que mi libro ha servido de inspiración para este estupendo post que has colgado en tu página ya me compensa el esfuerzo de haberlo escrito. Gracias por tus comentarios, espero que quien lo lea encuentre alguna motivación que lo lleve por el buen camino de la reflexión, pues eso y no otra cosa, se pretendía al escribirlo. Antonio.
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