Inicio las vacaciones en este pueblecito leonés de cielo increíblemente azul con sol cálido y la mente no se toma vacaciones. Reflexiono mirando el bosque, reflexiono observando las hortalizas del mercado, reflexiono nadando en la piscina, reflexiono en la terraza del bar del pueblo… en fin, batiendo neuronas y experiencias, sin rumbo.
Curiosamente las vacaciones cobran sentido para descansar o cambiar la rutina del trabajo y las preocupaciones cotidianas, y sin embargo muchos acabamos cayendo en la rutina vacacional. Mismas ocupaciones, mismas rutas, mismos lugares y compañías. Eso no es malo porque la seguridad que dan los entornos familiares y evitar lo inesperado es un bálsamo para el estrés y para la inquietud.
Sin embargo, la cámara lenta que filma nuestra vida como protagonistas en el verano, nos permite reflexionar y hacer balance sobre lo que hemos hecho este año, y lo más importante, si hay algo que cambiar para el próximo.
Lo triste sería que mirásemos hacia atrás y no estuviésemos orgullosos de nada de lo hecho y que tampoco intentásemos cambiar nada después del verano.
No se trata de acometer los consabidos planes de aligerar peso, aprender idiomas, leer los clásicos, organizar agendas y cumplirlas, dejar de fumar, ir caminando en vez de seguir siendo un centauro motorizado, reunirse con esos amigos cuya compañía hemos descuidado, etc. No. Se trata de algo más profundo y que tiene que ver con lo que comenté en un viejo post significativamente titulado “No esperemos una enfermedad grave para reorientar nuestra vida”.
Viene al caso porque acabo de leer en el periódico el País una estupenda entrevista a una joven a la que diagnosticaron cáncer con 17 años, Verónica Díaz, en que con tremendo frescor vierte verdades como puños que no están en los libros escolares ni en los manuales de autoayuda sino que solo los ofrece la experiencia. Aquí van los fragmentos de las respuestas de Verónica que mas me han impresionado.
1. La necesitad de sacudirnos de cargas como el perro mojado se libera del agua de su piel. El clásico Carpe Diem que ya comentamos.
Vivimos por inercia, dejándonos llevar por la corriente y sin poner conciencia de que el tiempo una vez que se pasa no vuelve. A veces sentimos nostalgia de los años de la niñez, o de los años de la universidad… y no nos damos cuenta de que echando tanto de menos el pasado nos perdemos el presente. Así que cuando llegue el futuro, de nuevo estaremos mirando atrás y echando de menos el tiempo perdido.
2. Lo difícil que es vivir consigo mismo y en sociedad:
Y la vida es una montaña rusa. Y a veces te sientes solo y necesitas estar acompañado, y a veces estás acompañado y necesitas estar solo… y a veces te enfadas con quien más te quiere porque te dice la verdad a la cara…
3. Y finalmente, la capacidad de sacar lo bueno de lo malo, el optimismo frente a la adversidad:
El cáncer, si lo superas, te cambia la brújula. Hace un filtro en tu vida, te quita todas las malas hierbas. Se van de tu vida esas personas que no iban a estar para compartir contigo las alegrías y las miserias, sino sólo las alegrías. Y si eres un poco valiente y masoquista, cuando lo superas, te hace mejor persona. Y eso que el cáncer es una mierda, ¿eh? Pero ¿qué vas a hacer? ¿Lamentarte todo el rato? Si llueve, bailemos bajo la lluvia.
En fin, creo que esas frases nos proporcionarán materia para pensar en el relax, ya sea prado, tumbona, café o bicicleta, monte o monumento, sobre donde estamos y donde vamos, o quizá estamos contentos con nuestra vida, y entonces perfecto.
Pero si no lo estamos, bien está para los maduros talluditos tener presente que nos quedarán en plenitud de facultades (¿físicas, psíquicas, emocionales, económicas?) una docena de veranos (sea honrado y calcule, calcule), pues el tiempo pasa a velocidad de vértigo, más rápido según envejecemos.
Por eso, hay que atreverse a cambiar de vida y experiencias, pero eso sí, sin apuntarse de mercenario en Katanga, sin tatuarse en la frente la marca de nuestra cerveza favorita o apuntarse a tocar el tambor con coleta en las filas del hare krishna… Al menos reflexionar en los tiempos muertos de las vacaciones y luego todo vale, sin rendir cuentas mas que a sí mismo, pues al fin y al cabo, somos los timoneles de nuestra propia vida.
Grandes enseñanzas también en periodo estival. El interés pivota hacia lo humano y lo divino desde lo jurídico (desde contencioso a vivoycoleando) pero no por ello se pierde. Felices vacaciones y gracias por hacernos disfrutar también en verano.
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Espero disfruteis de las vacaciones en eses pueblo castellano y mantengas las pilas cargadas para la vuelta. un abrazo
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