El día mágico en que nos sentimos vivos

La vida es una sucesión de momentos y hojas de calendario que de forma inexorable y rutinaria avanzan hacia la nada.  Pero no seamos pesimistas.

Hay momentos mágicos en que nos sentimos especialmente palpitantes y orgullosos. Nos sentimos actores primarios de la película de nuestra vida pese a que venimos al mundo como extras de película de romanos.

Viene al caso por la llamativa afirmación que leo hoy del escritor Graham Swift:

Todos tenemos un día que nos marca, que irá ligado a nuestra vida, ese que es la semilla de nuestro futuro… Uno de los misterios de la vida, su esencia misma. Pocas veces se puede mostrar el interior de uno porque casi siempre se queda atrapado dentro.

Y es cierto que si miramos hacia atrás y nos piden que identifiquemos esos “momentos eureka”, esas encrucijadas en que tomamos decisiones por nosotros mismos y que además nos devolvieron confianza y nos sentimos pisando fuerte por el camino correcto, posiblemente encontremos media docena de estampas luminosas. Sacudidas eléctricas en nuestra vida como los rayos que dieron la vida a Frankenstein.

A veces se trata de un buen día en que desmitificas una verdad que se le ofrecía revelada o dada (religiosa, política o filosófica); o cuando descubres que tras un libro hay un universo (como me sucedió hacia los 13 años leyendo Las mil y una noches); o cuando percibes que el sentimiento amoroso eclipsa y hace pasar a segundo plano todo lo demás (especialmente impactante en la adolescencia, y mas impactante cuando descubres que sucesivos amores demuestran que el enamoramiento es un ave fénix, o como contó su experiencia vivamente Michael Caine); o cuando le quitas el velo de autoridad a quien es un farsante; o al descubrir con horror que ese trapecio que son tus padres se aleja porque tu mismo serás el trapecio al que se agarrarán tus hijos y soltarán; o al darte cuenta de la finitud de la vida y las enfermedades que acechan y te mandan mensajes en las carnes de tus seres queridos; o cuando decides ir contra corriente en un hábito o decisión profesional pese a sorpresas y críticas…

Y no digamos ya las personas que valientemente salen del armario por su orientación sexual, o los que cambian unos hábitos de holgada vida burguesa por unos hábitos de monasterio o vida silvestre, o los que un buen día se dan cuenta que hay que dejar de perseguir la luna porque nosotros somos el único sol que importa, y como el sol debemos tener presente que se está extinguiendo con la combustión día a día.

Decía el cuento de Peter Pan que “en el momento en que dudas sobre si puedes volar, ya es tarde para intentarlo”.

Conozco personas que han seguido la hoja de ruta de su vida conforme le marcaron sus padres y la sociedad. Estudio, trabajo, vacaciones programadas, misa dominical, onomásticas y óbitos con visita y a otra cosa mariposa, ahorro para ahorrar, plan de jubilación y luego fin. Cierre a las páginas del libro de nuestra vida que nadie releerá.

Así que bueno es detenerse de vez en cuando a reflexionar, a pensar la última vez que tomamos una decisión de calado y sobre todo, qué situación personal, profesional o vivencial nos tiene atrapado y que podría ser mejorable con sensata valentía.  Y nada es fácil, como nos recuerda  la escritora Cate Tiernan: “Hay sombras en toda luz, dolor en todo juego y espinas en todas las rosas”.

Y quizá, salvo que estemos en el paraíso mental, emocional y terrenal, sea la hora de atreverse a cambiar de vida y experiencia. Posiblemente no habrá segunda oportunidad.

A veces hay que sacudirse como un perro mojado…