Leo que la Presidente del Consejo de Transparencia y buen gobierno, Esther Arizmendi ha fallecido a los 60 años tras larga enfermedad. También el Fiscal General del Estado, José Manuel Maza, ha fallecido a los 66 años como consecuencia de una infección contraída en un viaje a Argentina. Y el guitarrista de AC/DC Malcolm Young falleció también a los 64 años tras un largo proceso de demencia.
Caracoles. Veamos las moralejas de este domingo negro.
1º La guadaña no distingue entre famosos y humildes, pobres ni ricos, fuertes ni débiles, poderosos y siervos. No hay elección mas democrática, porque no distingue y porque nadie se escapa.
2º Hay que estar preparado para esas contingencias, entendiendo por contingencia, que el mundo siga girando sin nosotros. Al fin y al cabo, una muerte es la de uno de los siete mil millones de extras de la película interminable del mundo girando.
3º Nada puede hacerse contra la traicionera enfermedad o el germen asesino. Y no podemos hacer nada porque ni sabemos si nos tomará como objetivo, ni cuando lo hará, y además la ciencia nada puede contra ello. Podemos prevenir buena parte de enfermedades y evitar situaciones de riesgo, pero el maldito azar acecha en la esquina, aunque quizá pase de largo.
4º Así que, si la vida es un cheque en blanco, nada de dejarlo caducar ni en el cajón. Hay que rellenarlo y usarlo. Hay que mirar la vida con ojos serenos, de lo inmediato, de saborear platos, paisajes, compañía, lecturas, melodías… convirtiéndonos en protagonistas reales de nuestra existencia. Se atribuye a Buda una verdad evidente:
No habites en el pasado, no vivas en el futuro.
Concéntrate en el presente.
Es cierto que la muerte se hace mas presente y familiar cuando vemos que afecta a amigos y parientes, cuando el cerebro se resiste en no volver a verles y solo nos queda el cariñoso y fiel recuerdo de episodios compartidos. Y entonces por unos instantes nos dejamos llevar por las incómodas preguntas de quien maneja los hilos del destino, con qué criterio, que Dios o razón decide, y cómo debemos actuar. Ya comenté que no hay que esperar una grave enfermedad para cambiar de vida.
Lo curioso es que siempre tendemos a encasillarnos en grupos por afinidades sociales, económicas, profesionales, culturales o ideológicas. Pero son grupos dinámicos, transitorios, pues buena parte de la vida estamos celebrando bienvenidas y despedidas, y mudando de grupos como cambian de piel las serpientes.
Aunque ya comenté que hay tres tipos de edad (cronológica, vital y emocional). Ahora me percato que el único grupo que siempre me acompaña y con el que compartimos sala de espera de la comadre de la guadaña, es el del grupo o segmento de edad generacional (infancia, adolescencia, madurez, vejez…). El otro grupo en el que todos elegimos quedarnos es entre el de los optimistas y alegres, y los pesimistas y tristes; y lo cierto es que se viaja mejor en el vagón con una sonrisa que malencarado, y además los restantes pasajeros lo agradecen.
Al final, se trata de sentirnos en la madurez como afirma la estrofa final de la canción de Sinatra, It was a very good year, de dulce melancolía:
Pero ahora los días se hacen cortos, estoy en el otoño de la vida.
Y ahora me siento como vino añejo de buenos y viejos barriles.
Desde el borde hasta la última gota, derramado con dulzura y claridad.
En fin, me gustaría compartir a quienes no la conozcan, la última lección impartida por Andy Pausch, catedrático de la universidad de Carnegie Mellon, en Estados Unidos, cuya especialidad era la informática y la investigación en la creación de realidad virtual; tras conocer su muerte anunciada por cáncer de páncreas, ofreció su última lección antes de fallecer un mes después, a los 46 años (25 de julio de 2008).
Lo que le llevó a ofrecer esa última lección en sus propias palabras:
De manera que, ¿cómo invertir mi tiempo tan limitado? La parte obvia es pasar tiempo con mi familia y cuidarla. Mientras todavía tengo la posibilidad, aprovecho cada momento con ellos y realizo todas las acciones logísticas necesarias para facilitar su camino hacia una vida sin mí.
La parte menos obvia es cómo enseñarles a mis hijos lo que hubiera podido enseñarles a lo largo de los siguientes veinte años. Ahora son demasiado jóvenes para que tengamos esas conversaciones. Todos los padres deseamos enseñar a nuestros hijos la diferencia entre el bien y el mal, lo que creemos que es importante y cómo enfrentar los desafíos que nos presentará la vida. También queremos que ellos conozcan algunas historias acerca de nuestras vidas con la intención de enseñarles cómo enfrentar la propia. Mi deseo de hacerlo me llevó a dar una “última lección” en la Universidad Carnegie Mellon.
Entre otras perlas dice:
- «Cuando las cosas no salen como tú querías, lo que obtienes es experiencia».
- «Puedes tener mejores o peores posibilidades, pero puedes dedicarte a gastar tu tiempo quejándote o emplearlo en esforzarte y aprovecharlo».
- «No podemos cambiar las cartas que nos han repartido, pero sí podemos elegir cómo jugar la mano».
Aquí lo tenéis con subtítulos en español. Muy valioso, por proceder de quien procede, en la situación que atravesaba y además nos enriquece la perspectiva del mundo y nuestro papel.
En suma, como el título de las memorias de Shirley MacLine: Baila mientras puedas.
Muchas gracias JR; el domingo termina así de forma mucho más enriquecedora con tus palabras.
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Es también muy edificante el maravilloso discurso de Steve Jobs, fundador de Apple, Next y Pixar, a los graduados de la Universidad de Stanford en 2004 cuando ya se le había diagnosticado un cáncer de pancreas. Una lección vital maravillosa de uno de los grandes personajes del siglo XX.
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