Leo que infinidad de italianos, dado que se cierran colegios y empresas por el coronavirus, aprovechan para colapsar las estaciones de esquí y los centros comerciales. O sea, lugares de colas, contacto, proximidad y contagio.
En paralelo, es el mismo país que advierte de la inminente sobresaturación de los hospitales.
Y no se trata de un país tercermundista ni preso de la ignorancia. No. Se trata de un país que fue cuna de Europa, está en el centro de Europa y que parece haber sido elegido diana del coronavirus para mostrar a los europeos la incapacidad de organizarnos ante calamidades, epidemias o alarmas sociales.
O sea, irresponsabilidad y estupidez en parte de la población. ¿Tanto sacrificio supone quedarse en casa?, ¿no nos importan los demás?, ¿creemos que las epidemias son videojuegos o bromas?, ¿hemos perdido la capacidad de tener empatía social para sacrificar un poquito de nuestra libertad a cambio de la seguridad?
Me quedo patidifuso. No sé si pensar que ante tanta película de catástrofes y simulaciones con final feliz, nos han insensibilizado y creado el espejismo de que el ser humano es invencible y siempre gana. O quizá la vida cómoda nos ha llevado a comportarnos como avestruces escondiendo la cabeza bajo el ala. ¿O somos tan tontos de pensar que la lotería de los virus no nos tocará, olvidando que todos estamos en el bombo y mas papeletas se juegan cuando más se ignoren las recomendaciones sanitarias?
Y no seamos tan cómodos de creernos que los españoles somos diferentes, pues basta observar los estadios deportivos, las discotecas, las fallas de Valencia, la próxima semana santa con sus procesiones y libaciones, para darnos cuenta de que la irresponsabilidad nos acompaña. ¿Tan difícil resulta comprender que no se trata de evitar el contagio sino de evitar el riesgo de contagio y que se multiplique indiscriminadamente?
La paradoja es que miramos con desdén a China por las medidas de restricción de libertades y lo cierto es que las cifras de contagio se han frenado en China mientras que en Europa crecen. China ha demostrado que es capaz de poner ciudades en cuarentena, construir hospitales en días y de que la ciudadanía asuma controles e instrucciones porque respetan el bien común. No es un modelo de gobierno pero sí de compromiso de la ciudadanía ante cosas serias. No se trata de ser alarmista en Europa sino sencillamente de ver que las cifras cantan y que el tsunami asoma en el horizonte. No podemos comportarnos como los músicos del Titanic, tocando mientras el buque se hunde.
No sirve la pueril coartada de que el coronavirus es una gripe que solo se ceba en los mas débiles. No importa que posiblemente en dos meses estará controlada. Acepto que la epidemia pasará y que no habrá apocalipsis, pero estamos ante una situación sanitaria en que las autoridades y expertos reclaman medidas preventivas y adoptar sencillos hábitos. Si vivimos en sociedad hay que acatarlas; se trata sencillamente de frenar la expansión… ¿o es que no somos capaces de darnos cuenta de algo tan elemental como que si los hospitales y médicos se emplean en pacientes con coronavirus, y falsas alarmas de urgencias, el tratamiento de las demás enfermedades sufrirá demoras y falta de facultativos, y eso sí provocará daños irreversibles para aquéllos o sus familiares que tan felices bailan en su ignorancia?
En fin, que me preocupa el egoísmo de quienes no adoptan medidas de sacrificar los eventos gregarios, de quienes prefieren la fiesta tribal aunque bajo el riesgo de propagar la epidemia. Me temo que si en vez del coronavirus se tratase de la peste negra medieval, el mundo solucionaría de un plumazo todos los problemas de superpoblación, hambruna y guerras pues el planeta quedaría reducido a un solar prácticamente vacío.
Toca preguntar… ¿es usted el último de la cola para contagiarse?
Los hijos de Dante son peculiares e imaginativos, grandes enemigos de la burocracia y desconfiados con el poder. Su carácter posibilista y conciliador, que parece estar hecho de goma, lo trasladan a la vía normal. Por ello, podría afirmarse (con la relatividad propia de toda generalidad) que el término «furbizia», que cabe traducir como pillería o picardía, se ajusta a su forma de ser y actuar.
Al hilo de coronavirus, y de la cuarentena forzosa impuesta por el Gobierno para que los habitantes de la zona norte se queden en casa, los italianos han inventado lo que denominan «autocertificación». Con ella, se trata de que el ciudadano afectado justifique la existencia de motivos laborales, urgentes o de salud para querer desplazarse. Aunque se apela a la responsabilidad, lo cierto es que el documento se utiliza en ocasiones como patente de corso para intentar saltarse la prohibición (aunque no siempre cuele) y, además, muchos afectados están cogiendo trenes por la noche para fugarse de las regiones infectadas (Lombardía y Véneto).
Siendo lo anterior impresentable, sino fuera por lo dramático del asunto pareciera sacado de una comedia clásica italiana (de Risi, Monicelli o Germi interpretada por Sordi, Gassman o Manfredi), también lo es que el Gobierno venga practicando controles a la entrada del país pero no a la salida. O que, hablo ya de nuestro país, en una misma ciudad, Valencia, se celebre un partido de fútbol con puertas abiertas (Levante-Granada) y otro/s a puerta cerrada (Valencia-Atalanta).
Sin embargo, estando plenamente de acuerdo con sus serias advertencias y duras reflexiones, espero y deseo que con la excusa del coronavirus las democracias europeas, a diferencia de la dictadura China, no se salten la ley, la libertad de información y los principios y derechos básicos en que se sustentan.
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Cuantisima razón!!!
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